Siete tips para fracasar con éxito en el ejercicio de los cargos púbicos

Siete tips para fracasar con éxito en el ejercicio de los cargos púbicos

1 de Octube del 2025

Por Gregorio Montero

Algunos se extrañarán al leer el título de este artículo, pues el mensaje que queremos dejar con él, por lo regular, se presenta desde una perspectiva positiva, por ejemplo, “para ser exitoso en el ejercicio de los cargos públicos”; en cambio, en esta ocasión, queremos hacerlo de forma sugerente y provocativa, con el propósito de apuntalar realidades indeseadas que ocurren en el sector público, y de ser posible, remover la conciencia de aquellos que tienen la oportunidad, escasa por demás, de servir al interés colectivo desde una posición en el Estado. No entender lo que significa, y desaprovechar esa oportunidad es lo que separa a los verdaderos servidores públicos, que aportan a la construcción de una mejor sociedad, de quienes solo usan las posiciones para enrostrarlas aviesamente a los demás y servirse de ellas.

Dicho esto, hemos seleccionado algunas conductas, mejor dicho, inconductas, verificables en los hechos, que han llevado directamente al fracaso, y siguen llevando, a funcionarios públicos que, por algún motivo, no han comprendido ni comprenden su rol frente a la sociedad; parecería que, algunos, cuando son elegidos o designados, se proponen el fracaso como meta, y siguen al pie de la letra el manual que describe todo lo indebido, hasta lograrlo. Si usted aspira a ser uno de esos, ahí le van algunas pautas:

  1. Los cargos públicos son para siempre. Ejerza sus funciones en el Estado con la seguridad de que el cargo es de su propiedad y de que no lo va a perder nunca, los ciudadanos son sus súbitos, no ponen de manifiesto su voluntad, no reclaman sus derechos, y sin importar lo que usted haga ellos se mantendrán conformes y le aplaudirán todos sus desmanes. De cualquier forma, usted manda y “el poder es para usarlo”, incluso de manera caprichosa y autoritaria, ya que las normas son meras formalidades que obstaculizan su accionar, por lo que se pueden saltar sin rubor, puesto que el principio de legalidad o juridicidad no pasa de ser un ideal que no tiene efecto en la práctica.
  2. La petulancia es consustancial al cargo. El funcionario público debe entender que es “el elegido” dentro de muchos, por tal razón debe sentirse por encima del bien y del mal, la humildad no constituye un valor ético, es pura cursilería que trata de igualar a los poderosos con los simples mortales, colocando ciertos controles, lo que no es sano para ejercer de forma oportuna la autoridad. El ejercicio de la autoridad se centra en entender las diferencias, y los funcionarios públicos son una casta superior, cuya mejor expresión es la prepotencia, la altanería, el abuso y el desconocimiento del rol que corresponde jugar a los demás, pues, al fin y al cabo, obtenido el cargo, ya “no somos iguales”, hay que marcar la diferencia por cualquier vía.
  3. La corrupción administrativa es una realidad imbatible. El ejercicio de una posición en el gobierno es una oportunidad para enriquecerse. Es la retribución por el esfuerzo y haber contribuido a que el partido o el grupo haya alcanzado el poder, la oportunidad no se puede dejar ir. La integridad y la ética no pagan, en cambio, el enriquecimiento ilícito en detrimento del erario representa la ascendencia social y económica rauda, antes de que nos echen del poder; de todas formas, la corrupción es nuestra herencia, la traemos en la sangre, es algo cultural, es parte del sistema, es imposible de combatir, pues la impunidad es la regla, y siendo así, ni el tribunal formal, ni el tribunal del pueblo me juzgarán; en definitiva, si no me lo robo yo, se lo roba otro, y al final, todo se olvida.
  4. El clientelismo es la clave. La autoridad que proporciona un cargo público, especialmente de alta dirección, alcanza para decidir de manera libre y con atropello a quien se designa en las demás posiciones, por lo que podemos escoger a nuestros allegados, a quienes colaboraron electoralmente, a los amigos y familiares, sin importar si harán bien o no su trabajo; lo que cuenta no es la eficiencia, la contribución a una buena gestión y ganarse la confianza ciudadana, sino demostrar el poder colocando a quien nos parezca, que nos agradezca el favor para siempre; de todas formas, el clientelismo y el nepotismo no son prácticas tan malas en este tipo de sociedad, y nuestra Administración Pública podría ser la única en el mundo que avance, a pesar ellas.
  5. No gestione, solo asuma. Olvídese de la eficiencia, la entrega de resultados y de agregar valor público, la gente no piensa en eso, basta con seguir haciendo promesas políticas y criticando las acciones incorrectas de la gestión anterior, aquello que le valió para alcanzar el cargo; el pueblo, sin dudar, continuará tributándole sus aplausos. Confórmese con las autoevaluaciones, no hay por qué requerir la opinión de los ciudadanos, es suficiente con lo que usted mismo y sus cercanos piensen de su propia gestión, la Administración Pública no responde a leyes, criterios o métodos científicos; no tiene que preocuparse por conocimientos ni capacidades para gestionar las instituciones públicas, “eso lo hace cualquiera”, el liderazgo, especialmente el colaborativo, y las habilidades para dirigir organizaciones estatales son solo mitos, pues el hecho de haber llegado al poder demuestra que se está en condiciones para gobernar bien, por eso le eligieron o le nombraron en el cargo; cualquier capacitación adicional es una pérdida de tiempo.
  6. Ser opaco es un derecho de quienes gobiernan. El libre acceso a la información pública es un obstáculo para el ejercicio del derecho a la autoridad que se ha ganado, si se entrega la información se entrega parte del poder del que se es titular, pues el pueblo entregó su voluntad en las urnas. La transparencia en la gestión de lo público es una trampa, pues permite que todos sepan lo que está ocurriendo a lo interno de las instituciones, en las que es normal que se hagan cosas incorrectas, con lo que se les entrega armas a los “enemigos”, que luego usan para combatirnos; la rendición de cuentas es un acto de cobardía y genuflexión que expone y genera serios inconvenientes a los funcionarios, quienes deberían estar exentos de todo tipo de responsabilidad, el gobierno abierto y la buena administración son un invento de los resentidos y soñadores, eso funciona solo cuando se está fuera del poder, en cambio, cuando se gobierna la opacidad es una opción de quienes lo detentan.
  7. Resistencia al cambio. A las instituciones gubernamentales hay que dejarlas que sigan su curso, total, las cosas siempre se han hecho así, pretender modificarlas, introducir cambios, reformarlas o modernizarlas, es una pérdida de tiempo; se debe tener en cuenta que los periodos de gobierno son cortos, hay que “aprovecharlos”, el fortalecimiento institucional y la continuidad del Estado son problemas de los otros. La innovación es cosa del sector privado, en el sector público no funciona, eso sí, debemos invertir en tecnologías, en soluciones informáticas que nos permitan presumir de que estamos a la moda y avanzamos; la mejora institucional es un pasa tiempo de los reformadores, a ellos solo tenemos que mantenerlos entusiasmados.

Hasta aquí estas sugerencias, que esperamos sean acogidas, pero en sentido inverso, por todos los servidores y funcionarios públicos que hoy tienen la oportunidad de aportar a la construcción de una mejor nación. Somos conscientes de que estas y otras maneras erradas de actuar en el ámbito estatal hacen parte lamentable de nuestra historia política y administrativa, pues algunos han decidido tomar una opción desacertada, pero también somos conscientes de que debemos y podemos hacer todo lo necesario para salir exitosos, no en el fracaso, sino en el logro de una gestión que sea motivo de orgullo para la sociedad; para esto, solo hay que hacer lo debido.

FUENTE: DEPARTAMENTO DE COMUNICACIONES INAP.